Primero fue de mi madre, después mía y ahora es de la pequeña A. No es una tiara de diamantes (¡Ojalá!), es una cocinita de madera que tiene casi 60 años. Mis abuelos la encargaron construir al carpintero del pueblo para el tercer cumpleaños de mi madre, después de usarla mucho quedó guardada en las cuadras hasta que tuve la edad de usarla y mi abuelo la pintó de celeste, este verano la encontramos por casualidad con mi hija y al ver la cara de ilusión que se le quedó al verla decidí limpiarla y pintarla para que la pudiera usar.

Igual que en el caso del armario marinero, la cocina estaba esmaltada y la pintura estaba en buen estado de conservación así que no hubo que preparar la madera antes de pintar, sólo le quité el polvo y la lijé ligeramente.

Usamos: esmalte sintético, aguarrás, pinceles, un rodillo de espuma y su cubeta de pintor, cinta de carrocero, papel de lija y plástico para proteger el suelo.

Pintar es más simple de lo que parece, el truco para que el esmalte quede bien es aplicar capas finas de pintura de esta forma no quedan goterones.

La heredera de la cocinita la quiso rosa, mesclamos BLANCO + ROJO y… ¡Voilá!

Nos la hemos traído a Barcelona y la hemos colocado en el pasillo, al lado de la cocina grande para poder cocinar a la vez. Creo recordar que en la calle Balmes hay una tienda de casitas de muñeca muy chula, voy a ver si encuentro papel imitando baldosas para la pared de la cocina, también le voy a cambiar los pomos por unos de porcelana, creo que va a mejorar mucho porque ahora la encuentro demasiado sencilla.